
Yo, becario
Las prácticas son a agosto lo que el espeto a la playa, un cobijo a la siesta o, en otro orden de cosas, el rostro embozado a este ajado 2020: imprescindibles.
La epidemia no apaga sino más bien aviva a los que quieren comerse el oficio a dentelladas. Frente a la veteranía estoica, -achicharrada, según qué casos-, su vitamínica juventud. Nada añoran. Su pasado en la Comunicación es el timbre del recreo. Desembarco milenial en las redacciones, que dan la bienvenida ya incluso a la generación Z. Son el futuro del gremio hecho presente.
A Guillermina le arde el WhatsApp. Su hijo, el único varón, debuta en La Voz de Almería. Que tiene sólo 22 años el chaval, oye, y mira cómo escribe. Y dónde. A cada artículo, una fiesta entre las compañeras del Carrefour.
Tampoco respira con tanto enlace a la edición digital el móvil de José Luis. De seguros de vida sabe latín, pero esto del Periodismo es nuevo en casa; cosas del chico. El padre siempre ha confiado en él.
Quería ser futbolista del Barça, con permiso de la Unión Deportiva Almería. Creyó luego que el de cronista deportivo era su rol más exacto en el campo. Se matriculó así en la Universidad de Sevilla y cambió El Diezmo por Triana. Eso fue antes del gol que le marcó en primero de carrera el profesor Fernández Parejo con su Historia del Pensamiento Político y Social. “Me abrió los ojos”, evoca. Hoy ultima su TFG sobre el comunismo y recita las entretelas del régimen soviético.
Esperaba más galeras y menos cancha en el periódico, pero no. Qué gran suerte ha sido conocer a Eva de la Torre y a Mª Ángeles Arellano. A sus órdenes escribe, maqueta y ha firmado su primer reportaje: el renacer de la Alcazaba y el Museo Arqueológico tras el estado de alarma. Ya lo guardan en casa, como es preceptivo, cual oro en paño. “Están confiando en mí”, celebra bisoño. Relata que hasta Pedro M. de la Cruz le ha telefoneado. «El director mismo, -se emociona-, preguntando cómo van mis prácticas».
Se proyecta divulgando, explicando la Historia a espectadores y oyentes. Le preocupa el descrédito de los políticos, el desconocimiento ciudadano. Ojalá algo de Carlos Alsina se le pegue, anhela, a fuerza de no dejar de escucharlo. Y que Alba, enfermera en Barcelona, lea esto sobre su hermano pequeño y su estreno redactor en este año de la COVID-19 que a ambos está marcando.
Ni olía los libros, confiesa, pero la enfermedad la hizo lectora. Cuando tuvo que parar encontró en ellos un asidero. Leyó vorazmente, empezando por “El mundo amarillo” de Albert Espinosa, y leer devino en su blog sobre aquel tiempo detenido.
Su vocación por comunicar enraíza en aquella Ilsy, más joven aún que esta de 25 años que hoy la recuerda, a seis créditos de licenciarse en Publicidad y Relaciones Públicas. Se los granjearán estas prácticas en Quintágono, el estudio sevillano de Diseño y Comunicación que la apadrina en su estreno profesional.
De tareas alimenticias sabe. Se ha autofinanciado cuidando críos, abuelos; como pinche en un local del que a la par fue community manager. Y ahora acaricia su afán: comunicar con la emoción, meter la nariz en las campañas publicitarias. Cocinarlas. Con un TFG dedicado a la publicidad emocional sobre enfermedades, se conoce la Fundación Josep Carreras y la AECC mejor que los propios patronatos. Supura una sensibilidad afinada.
En su futuro onírico, la mítica agencia Ogilvy. Y como norte, las personas en el centro de cada proyecto. Dotarlo de humanidad. Volcar lo mucho aprendido en la Universidad de Sevilla de Marina Ramos, Manuel Garrido o Gloria Jiménez.
Segura de sí, sus miedos son extrínsecos. El paro, los recortes, la vacuna que no llega. No imaginó estas «teleprácticas», en remoto, pero tampoco verse tan cerca y tan pronto de campañas para gobiernos autonómicos. La incertidumbre desgasta y la vence, como ella sabe, quien la surfea.
Por vez primera en meses la pandemia no abre los informativos y la nieta hasta lo agradece. Porque a la abuela Marisol se le está indigestando esta sobredosis de penuria y muerte y le da miedo y vive asustada. Juan Carlos I se marcha de España y se alivia de contagios la crónica del día. ¿Te gustaría estar contándolo, ahí, al pie de la noticia? Para qué responder que sí, pudiendo ser dulcemente honesta.
Le ocurre que en este verano de sus 23 años los anhelos no le dan para más: vive imbuida en sus lecturas en inglés, de The Washington Post a BBC News. Brixton en su horizonte, emprendida ya la cuenta atrás para un máster internacional de Comunicación y Marketing posterior a la carrera en EUSA. Ya se fogueó como redactora en el digital EUSA News y debutó como entrevistadora de José María Carrascal y una vívida corbata rosa. En sus prácticas estivales en Playmedia Producciones rueda para La 2 una serie documental sobre expolios de Arte en Andalucía. Está contenta y disfruta investigando.
Justo a eso se dedicaba su tía Carmen, el antecedente periodístico en la familia. La escuchaba de niña y aquel ritmo de vida suyo, -tanto viaje, tanto coche, tanta entrevista y horas en el zurrón-, no cercenaron su ganas de imitarla sino todo lo contrario. En ella se mira y respira.
Su capacidad de escucha, su mayor baza. También lo es su entusiasmo, que no enuncia, pero transmite. Se imagina, en primera instancia, como recepcionista de hotel en Londres, dándole duro al inglés y costeándose una vida fuera que se barrunta apasionante, pero no barata. Después, una corresponsalía, “ser enviada especial de alguna cadena o emisora española”. Por pedir, que no quede. Volar por Europa sin perder el sur.
Lamenta el desprestigio de la profesión sin desmoralizarse; percibe el enfado general con los medios. Desconfía sobre cómo le tratará el mercado laboral. A favor de sus quintos, su vocación prístina, de aspiraciones enteras, sin jirones en la memoria.
Con el agradecimiento por su colaboración a Gloria Jiménez, vicedecana de Alumnos de la Universidad de Sevilla, y a Paco Santiago, docente de EUSA.