
Teresa Núñez
Hizo con Ángela de la terraza un plató. Su hermana mayor, reina de los Informativos. Ella era más la del Tiempo. Sacaba la meteoróloga un mapa escolar y sentenciaba ufana “en Málaga va a llover” señalando Cantabria. Tenía libertad de cátedra geográfica y seis años.
Malen, escritora debutante en su jubilación, lo tiene todo documentado. Es la archivera mayor de su casa. Guarda las cintas domésticas de las hijas relatando. Igual que los casetes con las tertulias de las dos titiriteras, que también los hay. Teresa se sabe periodista por la savia materna.
La condición de sevillista irredenta sí que se la debe al padre. Reconoce que en un principio el fútbol le importó un comino. Si con siete años peregrinaba conforme al Sánchez-Pizjuán era por las pipas con el primo José y el perrito caliente del descanso. La indiferencia mutó luego en cariño. El cariño, en afición. La afición devino en pasión y terminó abonada al blanco y rojo, domiciliado el corazón en Nervión.
Siempre tuvo carrete. Gastó diarios con melodramas tempranos. Fue enamoradiza precoz. Escribía y escribía sin compartir aquello, Dios la librase, con la abuela Agustina. Para ella reservaba sus cuentos, que llenaban sus sobremesas. Almorzaban juntas a menudo y la nieta encontró en la matriarca su mayor adepta. Siempre era digna del Cervantes para el tribunal de aquella mesa camilla.
La Matrícula de Honor en Bachillerato le granjeó el primer año de Periodismo en la Complutense gratis. Pero tan prometedor y anhelado, tan tramposo también, Madrid tuvo un precio. Gol en propia puerta eligiendo estar lejos de casa. Medió al ecuador de la carrera un traslado de expediente a la Universidad de Sevilla. Y fue sanador.
Echó los dientes en el Sevilla F.C, su escuela de radio y tele con Alberto Moreno, Germán Mora, Juan Ramón Morales y Carlos Refolio como maestros. Aprendiz en época gloriosa del equipo. Llegaban las primeras copas de la UEFA; los viajes a Rusia, a Francia para cubrir los partidos. El temblor frente a Kanouté, sin que supiese el francés que la reportera debutaba con aquella entrevista. La campechanía de Jesús Navas y Antonio Puerta en la zona mixta… Fue allí donde conoció al periodista de AS, Fede Quintero, quien traía bajo el brazo un proyecto digital, El Desmarque. Pero no sólo. También la intención de fichar a Núñez, si se dejaba, para sumarla a su alineación. Iba a hacerse cargo de los Deportes en Giralda Televisión. Ella no dudó.
Volvió a ser una más, única entre varones, junto a Jorge Liaño, Jesús Tobella, Jesús Borrero y Nacho González. Para galácticos, ellos. Sólo tuvo un inconveniente aquella época: se terminó. El cierre de Giralda la relegó meses al banquillo. La tasa de paro escalaba hasta el 27% en España. Confiesa que dejó de ir al Sánchez-Pizjuán por no llorar. Por verse inútil sin nada que contar a nadie.
La familia de AD
La generosidad de Nacho Lagos le abrió las puertas de ADM. De nada la conocía. Acaso intuyó que tenía delante a una gladiadora del pinganillo, teatrera y tenaz. Sabia en el hábito de reírse de sí misma. Facultad reservada a los grandes. Don por el que improvisa comprar un látigo y un sombrero en un bazar… y glosar de esa guisa la parada y fonda de Harrison Ford en El Rinconcillo, donde dejó su estela sobre un pavía.
El formato de Andalucía Directo, celebra, es la horma de su zapato. Pilota la escudería de AD en Sevilla con (David Martín) Lobo e Irene Caballero. Anudados ya cual montañeros; casi hermanos a estas alturas de la crónica. Generosos y cómplices sin el relumbrón de salir en cámara. Con ellos se ha coronado sultana de las espinacas con garbanzos en la puja cocinera entre los reporteros del programa. Con ellos, y con el mismo compromiso, cuenta un suceso o se enfunda un traje de flamenca para madres lactantes.
Jamás imaginó a Modesto dándole paso asida ella a un micrófono profiláctico. Enguantada en plástico. Enmascarada. La calle siempre fue un reloj sin horas; la intemperie misma. Pero en estos días oscuros es el abismo.
Ha tenido pesadillas, admite. Terrores nocturnos de niña por su condición de madre más que por ella misma. La vocación no vacuna contra el miedo ni el cansancio. Pero algún anticuerpo genera. Es escudo frente al abatimiento por pandemias de todo jaez. La del virus, en cabeza, y otros males contumaces: el paro, la precariedad rampante.
Ahora es doctoranda en estado de alarma. En estado de alerta ha estado siempre, empadronada en toda calle donde habite una historia.
…
Marzo nos robó la cerveza prometida. Medió una videollamada en pleno estado de alarma. Nos cobraremos el trago juntas. El brindis será a la salud de tantos que se dejan la piel estos días. Como ella.