
Juan Manuel Serrano
El chico tenía 17 años. Los 18 asomando ya en el calendario. Adiós a la paga por orfandad. A ver de qué comemos ahora.
Rosario se plantó en el periódico: “Don Nicolás, ¿no habrá algo para el niño?”. Y el niño, -1,90 de altura ya entonces-, andaba a lo suyo; al baloncesto.Encestando una adolescencia plácida a pesar de la ausencia del padre; gastando la cancha del IES Luca de Tena. Tenía el muchacho escrito el destino hasta en la nómina del instituto.
“Que venga a comienzos de año”, accedió el director y Juan Manuel se cuadró en la puerta del ABC de Cardenal Ilundain aquel 2 de febrero de 1983 con urgencia de vida. Acuciado por la madre. A abrazar una cámara por hambre; sin romanticismos. Por necesidad.
Precedido por la larga sombra del padre y del abuelo, tardó un pestañeo en aquella redacción, -Antonio Burgos, Ángel Doblado, Manolo San Vicente, en sus filas-, en ser investido “Serranito”. Talla de gigante. Treinta y siete años en el oficio y todavía hoy “Serranito”. “Ito” a perpetuidad y a mucha honra.
Aún rueda por casa una deidad jubilada: la Minolta SRT 100X comprada a plazos para el estreno del chico. Un debut en la grapa que le sobrevino en la Avenida de la Borbolla. Brincó del autobús que le llevaba al periódico: una tubería rota, dos palmos de agua, la calle inundada a la altura de aquella gasolinera con taller donde hoy hace caja una hamburguesería.
No hubo pesetas mejor empleadas que aquellas 49.999 de la Mobilete Kaddy Roja. El primer sueldo hecho moto. Y con ella, cada vez más lejos de la cancha y más cerca de la calle, de la vida que late. Así cabalgaba “Serranito”, ungido con su heráldico diminutivo, por la Expo del 92, por la Feria, la Semana Santa; los barrios, El Rocío. Por la vida palpitante en su retina de veinteañero.
De aquella bronca volcánica de Giménez Alemán también se acuerda. Él y todos los presentes en la redacción aquel día de 1996. Todo empezó con un “Paco, que hay que comprarla, que no se gasta en carretes”. Y el director consintió ante el dilecto fotógrafo para adquirir la que fuera la primera cámara digital que se usó en la prensa andaluza. 3.250.000 pesetas se apellidaba la adquisición. De que había llegado la factura se enteraron hasta en Cantillana. Pasada la erupción, fue felizmente estrenada en Holanda, en un partido de la UEFA del Betis.
La noche del Mingote
Como principio basilar, no dar cuartelillo al ego. Los protagonismos, para otros. Por eso, la noche del Premio Mingote, la masticó medicado por Paco Escarti, para que no derivase aquello en cataclismo y ahorrar así un espectáculo.
Resuelto el brete del discurso, los tres “gin-tonic” cayeron como tres vasos de agua. Y la Reina, sin saberlo, hurgando en la llaga: -“Juan Manuel, hablas muy deprisa…”. –“Es que soy andaluz, Majestad”. Y que me trague de una vez la tierra, que lo mío es hablar encuadrando.
Fotógrafo por razón de su estirpe y esa luz endógena con la que nos ilumina. Que no hay mejor flash que la carcajada terapéutica que se gasta. El suyo es un corazón de gran angular, -corazón de León, también-, que ha cauterizado ya, (ya casi), los últimos años de Rosario remendada a la vida del hijo. Una vida consagrada a tres letras. Y a una pasión: “-¿Cuál es tu mejor foto, Juan?” –“Sin duda, la que voy a hacer mañana”.
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