
Isabel Glez. Suero
Que no había nadie de Letras en la familia. Que qué se había tomado “la chica”, pensó. Fue el miedo al imaginarla desamparada lo que enfadó a Pedro. Pero cuando hubo de ponerse en verdad consigo mismo, no pudo obviar a la abuela Josefa. Y reverenció entonces la jugada de los genes.
Josefa vivía en Valdelamusa, una aldea de Cortegana. En la bisectriz entre la Sierra de Huelva y El Andévalo. No abundaban por aquellas minas, ni en ninguna parte, mujeres como ella. Leía el periódico a sus vecinos. Les traducía “el parte” de la radio. Ni pizca de gracia le hacía al marido aquel quorum en casa en plena guerra. Ni pizca de caso le hacía ella a él.
Aquella pulsión de Josefa por ser útil, transmisora, había puenteado a sus hijos, a sus nietos. Por una carambola genealógica había punzado a la biznieta. Josefa engendró una saga de delineantes, arquitectos e ingenieros industriales. No sabían, ni ganas, de titulares ni entradillas. Y la heredó, sin embargo, la más joven de todos. “La chica” era un verso suelto.
Puestos a buscar culpables, otros vinieron con los años a ayudar a Josefa a abonar la vocación de la cría. Miguel Hernández y Machado, en las lecturas de niñez. Don Ángel, el cura de Fuenteheridos, con el cancionero de Paco Ibáñez en las clases de Literatura. Julio Pardo, incluso; Martínez Ares, Juan Carlos Aragón. La escuela de protesta del Carnaval. “La chica” no leyó sus primeras crónicas en los periódicos; las tarareaba. Se escribían en otros renglones. Con otros compases. Distintos como ella misma en su casa.
Debutó en Radio Dadá en el Instituto San José de Cortegana. A los mandos, Javier Hierro, mucho más que el profesor de Plástica pilotando aquella emisora balbuciente. Tenía 15 años y en el 107.5 del dial de Radio Cortegana también hablaba de Historia.
“Coger el Casal” y crecer
Le encanijó de súbito la vergüenza. No era época de timideces. Hubo que coger el Casal y hacerse adulta de golpe. Cambiar los cinco mil habitantes del pueblo por ochocientos mil. Periodismo estaba a casi tres horas. El Repilado. Jabugo. Galaroza. Espero haber elegido bien. Fuenteheridos. Los Marines. Aracena. Porque Derecho no es para mí; lo puse de segunda opción por contentarle. Venta del Alto. Las Pajanosas. La prensa escrita también me gusta. Santiponce. Plaza de Armas-Sevilla. A por ello.
Colombino y entrañable aquel verano de 2004 aprendiendo de Helenio Ponce. Recién licenciada, se batió en el Huelva Información, cuando la redacción tecleaba aún en la Avenida de la Ría. Llenó de música y del teatro de Niebla aquellos textos. Pero el más decisivo, lo ignoraba aún, lo había firmado meses antes y no en solitario.
Había hecho tándem con Jorge Rico. Investigaron juntos sobre la Exposición Iberoamericana de 1929 contada por ABC de Sevilla. Su tesón y la curiosidad infatigable del compañero les granjearon un premio del periódico en su 75º aniversario: una plaza en el Máster ABC – Complutense. Sevilla. Córdoba. Puertollano. Se va mejor en el AVE que en el Casal, para qué engañaros. Ciudad Real. Madrid.
Las prácticas del posgrado en ABC de Madrid, en Nacional, fueron otro máster en sí mismo con la cátedra de Fernando Rojo, Ángel Puerta y Jorge Abizanda. De aquel entrenamiento tiró en su otoño manchego. Allá por 2005, La Tribuna de Ciudad Real buscaba coordinador del número especial de su 15º aniversario. Ella, trabajo. Y una posibilidad es remota hasta que deja de serlo. Fue serrana ciudadrealeña. Mixtura tan improbable como eficaz.
Casi se queda, pero una OPA vino del sur. Cotizaba al alza “la chica”. Alfredo Chávarri fue sagaz dominando el mercado de fichajes. Andalucía Económica hizo la mejor oferta. Sin intereses, -sin tanta lejanía de Cortegana-, y con un bien intangible añadido: apoyar el tejido empresarial andaluz. Le tocó la fibra ahí. Pensó en sus padres, Pedro y Pepi; en sus hermanos. En tantos emprendedores autónomos a dos horas y tres cuarto de Sevilla en el Casal. Pensó en aquellas minas, suyas también.
Lleva quince años hipotecada a este propósito, fresco como antaño. La mujer a un ranking pegada; el rostro oculto tras la nómina de las mil doscientas mayores empresas de Andalucía. Sufre como una accionista cuando la lista se le nubla de concursos de acreedores, de EREs. Sin pretenderlo, taquígrafa de tres lustros de Economía regional. Facturando, al cabo, esa satisfacción íntima de ser útil, transmisora, inherente a la materia prima de la que está hecha.